De entre todas las ciudades de la antigua Alemania Oriental, Dresden es uno de los principales referentes culturales. La actual capital del estado de Sajonia debe esta reputación a la tradición iniciada por Augusto el Fuerte, que concibió, a orillas del río Elba, la ciudad barroca que conocemos hoy.
Dresden como metrópoli cultural europea
Había sido con la llegada de la dinastía de los Wettin cuando Dresden comenzó a adquirir una mayor relevancia en el mapa del Sacro Imperio Romano Germánico, sobre todo gracias a Augusto el Fuerte, Príncipe Elector de Sajonia y Rey de Polonia. Su personaje ha sido frecuentemente mitificado: príncipe derrochador, mujeriego, coleccionista apasionado o amigo de exhibir públicamente su fuerza física. Sin embargo, Dresden logró trascender a todo esto en los siglos posteriores, siendo la ciudad que ha sido capaz de conservar una incomparable relevancia arquitectónica, artística y musical.
Este año 2020 la ciudad celebra los 350 años del nacimiento del Augusto el Fuerte, Príncipe Elector amante de la pompa y de los fastos, algo que también se manifestó en sus amplias colecciones de arte: pintura, escultura, porcelana o joyas. La tradición cultural iniciada por este príncipe sajón fue continuada por su hijo Federico Augusto II, y hoy día se pueden contemplar muchas de estas obras en el Palacio Taschenberg o en la Galería de los Antiguos Maestros, dos de las principales joyas arquitectónicas de la ciudad.
De la destrucción en la guerra al resurgimiento tras la Reunificación
Sin embargo, gran parte de esta ciudad barroca desapareció la noche del 13 de febrero de 1945, tras una doble oleada de bombardeos aliados. Entender el significado de esta herida es clave para entender la evolución de Dresden, que tras 1945 pasó a formar parte de la antigua Alemania Oriental. Se consideró así imprescindible recuperar el esplendor de ese pasado cultural y arquitectónico y los trabajos de reconstrucción devolvieron en gran medida su aspecto original a la ciudad antigua de Dresden.
Calles por las que habían paseado Wagner o Strauss o lugares como el Palacio Zwinger, la Catedral de la Santísima Trinidad o la Ópera de Semper volvían a definir ahora una metrópoli cultural que le había valido a Dresden la denominación de “la Florencia del Elba”.
Quedó, sin embargo, un símbolo en la ciudad que trascendió después de la guerra como una metáfora del trauma en la capital sajona: la Frauenkirche, o Iglesia de Nuestra Señora, ubicada en el Nuevo Mercado. Durante las décadas posteriores a la guerra, sus ruinas fueron un símbolo de la destrucción, hasta que la Reunificación alemana en 1990 sirvió para retomar los trabajos de reconstrucción y concebir su recuperación como un proyecto común llevado a cabo por el país reunificado.
El valle del Elba
La privilegiada ubicación de Dresden, a ambos lados del río Elba, hace de la ciudad y del valle en el que se ubica una zona muy húmeda y vinícola. Ciudades como Radebeul o Pillnitz son algunos de los municipios de larga tradición vitivinícola, esencialmente en el cultivo de la uva Müller-Thurgau, Riesling o las diferentes variedades de Burgunder. Debido a su paisaje y su agradable clima, esta zona de Alemania suele llamarse “la parte agradable de Sajonia”.
A pocos kilómetros en dirección norte, un conjunto de bosques y lagos enmarcan, casi como si de un cuento de hadas se tratase, el Palacio de Moritzburg, uno de los pabellones de caza y festejos empleados por el Príncipe Augusto. Este edificio barroco alberga actualmente una exposición temporal centrada en el los 350 años del Mito de Augusto el Fuerte.
Celia Martínez | Guía de Alemania